Llevándose jirones de su vida.
Allí quedó la juventud querida
Aquellos viejos sueños que anhelaba.
Aquel tiempo futuro que esperaba,
Pronto se hizo nostalgia consumida.
Hubo amor, dolor y despedida
Y hubo lo que la tierra les entregaba.
Pisó las asperezas del camino
Llevando como sombra el duro sino
De luchar sin descanso, ni tardanza.
Murió por su mujer y por sus hijos
Padre de corazón sin escondrijos
Masovero de cierzo y de labranza.
José Ángel Aznar Galve
Conmovedor poema y merecido homenaje a esas gentes a las que profeso un afecto y consideración muy especiales.
ResponderEliminarUn abrazo, Ángel